Mi atención se quedó atrapada más tiempo de lo planeado en algún rincón de TikTok y durante varios minutos solo me aparecieron videos de ecosistemas en frascos. En estos recipientes cerrados, tras colocarles adentro plantas, agua y tierra fértil, con el tiempo empezaban a desarrollarse microorganismos y crecía la vegetación hasta que su interior se convirtía en un planeta en miniatura. Ver estos clips, más que alentarme a convertirme en un dios do it yourself, me hizo pensar en el Sudamericano Sub-20.
Este torneo, que se celebra cada dos años y actualmente se viene jugando en Venezuela después de que Arequipa perdiera la sede debido a los escándalos de corrupción recientes de la Federación Peruana de Fútbol, reúne a las diez selecciones de Conmebol en dos grupos de cinco. Los equipos de cada grupo juegan todos contra todos y los tres primeros clasifican a un hexagonal final. Las seis selecciones del hexagonal hacen lo propio y las cuatro mejores consiguen su pase al Mundial Sub-20.
Es también mi competición de fútbol favorita.
Perú, dirigido por "Chemo" Del Solar, ha perdido sus cuatro partidos de la fase de grupos y ya está eliminado. Y este resultado es coherente con nuestra historia en el campeonato. Nuestro país solo ha accedido al hexagonal final en tres ocasiones (1999, 2013 y 2015) y en ninguna de ellas clasificó al Mundial.
El éxito nacional no es un factor que haga que me guste este torneo. De hecho, nuestro permanente fracaso es consecuencia de la razón por la que este campeonato me despierta tanto cariño: es, con muy pocas excepciones, una muestra bastante precisa del presente y futuro del fútbol de cada uno de los países participantes.
En el frenesí de selecciones jugando cada dos o tres días, no hay tiempo para enmendar las carencias. La presión y el desgaste físico y mental del formato exponen de inmediato los defectos de los jugadores, dejándolos solo con las virtudes que han apenas logrado pulir en su incipiente recorrido por el fútbol profesional. Los ingredientes son los adecuados para que esas virtudes y defectos tomen la forma de la identidad futbolística de cada país. El Sudamericano se convierte pronto en un microcosmos observable.
En esta edición, por ejemplo, Perú ilusionó con juego de toque y destellos de calidad individual que lo llevaron a anotar el primer gol del torneo, para luego perder en su debut contra Paraguay, que anotó de penal tras una mano random de un defensor peruano y, por supuesto, de cabeza sobre la hora. Tenemos nuestro chato encarador que prometió más de lo que cumplió. Hay un delantero de más de metro noventa que no sabe cabecear. Hay un blanco jugando de nueve, rol que, junto a central rústico, es uno de los pocos que los peruanos caucásicos suelen desempeñar con cierta proficiencia.
Sucede lo mismo en los otros países. Venezuela demostró que ahora sí se juega fútbol en su territorio, pero no lo suficiente para aprender a ganar partidos clave; Bolivia viene perdiendo todo; Argentina viene ganando todo; Uruguay confirmó que aprender a jugar con la pelota en el piso es lo mejor que le ha pasado a su fútbol en tiempos recientes; Brasil, aunque juega mal, va a clasificar.
En la última fecha del Grupo A, que se juega mañana, Chile y Paraguay necesitan empatar para clasificar al hexagonal final y eliminar a Venezuela. Y así sucederá.
Esta es una puerta de entrada al mundo adulto: los pactos son más apetitosos que la deportividad cuando no hay revanchas. La gran mayoría de jugadores nunca jugarán por algo así de importante en sus vidas. Están a unos pocos años de confirmar si es que les alcanza para pertenecer al minúsculo porcentaje de futbolistas que triunfa en el fútbol profesional. O si pueden mantenerse en primera división y llevar una vida acomodada por los próximos 15 años. O si brillarán como instructores de zumba o participantes de Esto es Guerra.
Aun más desolador: nunca más tendrán veinte años.
El fútbol del Sudamericano ofrece al espectador neutral partidos de selección —el mejor tipo de fútbol— que se juegan en serio y ocurren uno tras otro. Al menos si tienes el proveedor televisivo adecuado. Este año América compró los derechos de los partidos de Perú y prefirió pasar una repetición de Al fondo hay sitio en vez del partido contra Uruguay porque nuestra selección ya estaba eliminada. Movistar Deportes, en plena crisis y reestructuración, no está transmitiendo el campeonato como lo venía haciendo durante los últimos veinte años y ahora es exclusivo de DirecTV. Hasta su televisación parece ser un reflejo de lo que le está ocurriendo al fútbol como espectáculo: cada vez más inaccesible, cada vez más fragmentado.
La piratería, si es que no te alcanza para sobrecargarte de servicios de contenido, se convierte en nuestra única aliada para ver actuaciones consagratorias como la de Neymar en el 2011, gambetas como las de Jean Deza en el 2013 y definiciones letales como las de Rodallega en 2005. Si te gusta el fútbol, es aquí y no en la Champions. Aunque te duela recordar cuántos años han pasado desde que dejaste de ser un sub-20.
¿Viste a Perú sub-20? ¿No vuelvo a escribir sobre fútbol? Cuéntame en los comentarios.
Fun fact: mi selección peruana favorita de todos los tiempos no es ninguna de Gareca, sino la sub-20 de Daniel Ahmed en 2013, que estuvo a un gol anulado de clasificar al Mundial de ese año (y reveló las habilidades de reportero de la “Hiena” Gómez). Miguel Araujo, Renato Tapia, Edison Flores y Andy Polo formaron parte de ese equipo y luego fueron al Mundial de mayores. A veces sí hay revancha.
Reseña
🎥 Babygirl (2024)
Es el verano de la arrechura en la cartelera limeña. Como no suele ocurrir con el cine comercial reciente, obsesionado con la rentabilidad del entretenimiento PG-13, las últimas tres películas que fui a ver al cine mostraron escenas de sexo más o menos explícitas: Nosferatu, Anora y Babygirl, la película de la directora holandesa Halina Reijn que se promociona como un thriller erótico. En su primer acto, la cinta también se presenta como uno. Romy, interpretada por Nicole Kidman, es una mujer que parece tener éxito en todos los aspectos de su vida, salvo en su intimidad conyugal. Samuel, interpretado por Harris Dickinson, entra a su empresa como practicante y busca interactuar de forma cada vez más inapropiada con Romy, quien ha sido asignada como su mentora mientras dure su pasantía. Es en el desarrollo de su relación que la película se aleja de lo que las convenciones del género sugieren que debería pasar. Los personajes de Reijn son impredecibles, actúan con poca premeditación y procesan las consecuencias del affaire de forma desaliñada. El sexo, incluso, además de despertar silencios incómodos y bramidos sospechosos en la sala, generó carcajadas y hasta barras espontáneas a la protagonista. No siempre es sexy. El erotismo aparece en escenas en las que los personajes dialogan y se retan, pero no se tocan. Las dinámicas entre los personajes son fluctuantes y hacia el final parecen ser solo inteligibles para ellos. Y tampoco son moralmente rígidas las resoluciones de los conflictos que propone la película. Es el desorden que encontraríamos si se nos concediera un vistazo a la intimidad de una relación de este tipo fuera de la ficción. Aunque allí no verías a Kidman, Dickinson ni Antonio Banderas. Mejor ve al cine.
🍅🍅🍅 1/2
Navego para que tú no tengas que hacerlo
Ya que hablamos de deportes y el irremediable fin de la juventud, tengo que compartir esta bellísima crónica de la periodista chilena Andrea Guzmán sobre cómo el kickboxing transformó su vida tras descubrirlo a poco tiempo de haber cumplido treinta. Un fragmento:
Como muchos otros, viví tanto tiempo en un estado de melancolía y rumia tan salvaje y tan inmune a las terapias y los fármacos que llegué a interpretarlo como un pecado original inapelable y constitutivo de mí. En el pasado, abusé de las cosas que más estimulaban mi cabeza para lograr conectarme a la vida: de las drogas, del alcohol, de la acumulación de información idiota. Pero cuando estoy en el rito ancestral del combate, confirmo que hay algo del misterio del mundo y de los demás que puedo develar naturalmente a través del cuerpo. Que logro entender a los demás con el cuerpo mismo, porque no está separado de mi mente, simplemente es su continuidad, parte de una comunicación atávica y prelingüística que desconocía y que me conecta con las cosas.
La semana pasada resurgió en X esta imagen capturada de la transmisión de Mayhem, un evento de 1999 de la WCW, confirmando la teoría de que las ganas de postear anteceden a Twitter o Facebook.
En el boletín pasado, mencioné la decisión de Mark Zuckerberg de eliminar su programa de verificación de datos como parte de los cambios en las políticas de Meta. En Rest of World conversaron con varios periodistas que formaban parte del programa y comprobaron que la decisión no los toma por sorpresa, pero sí les preocupa cómo el cese de su labor va a afectar el entorno informativo de sus países.
personal canon, de la diseñadora y escritora Celine Nguyen, es un newsletter sobre arte y proceso creativo que descubrí hace poco tiempo en Substack. En su última entrada, reflexiona acerca de cómo empezar un texto y por qué hacer una “copia profunda” de tus autores de referencia puede ser un ejercicio revelador.
Playlist
Una de las ventajas de ser desde hace veinte años un usuario de last.fm, un servicio que trackea toda la música que escuchas digitalmente, es que tengo a mi alcance data que me facilita hacer idioteces como esta.
En esta playlist, las canciones del 2011 que más escuché durante ese año, el último en el que Cueva, Carrillo y yo fuimos sub-20.
🎵La escuchas aquí.
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kickboxing mentioned‼️
- me gustaría saber más de la crisis de Movistar Deportes (que viene de hace años, pero que 2 de sus periodistas estrella se hayan ido ya es alarmante)
- esa sub20 de Ahmed era todo csm, la calidad que tenía el Churrito Hinostroza... también recuerdo con cariño la de Gustavo Ferrín en el 2011, con Ascues, Callens, Cueva, Arroé, Carrillo, Noronha... había mucho chocolatero pero ni un 9, y Ascues terminaba subiendo al área en todos los partidos... En ese torneo creo que apareció Juanfer Quintero en Colombia y además de Tongo, Neymar conoció al "Loco Patadita"